17 de noviembre de 2011

La Tierra, ¿es hueca y alberga un reino subterráneo?

“La mecánica cuántica introduce una serie de hechos contraintuitivos que no aparecían en los paradigmas físicos anteriores; y con ella se descubre que el mundo atómico no se comporta como esperaríamos. Los conceptos de incertidumbre, indeterminación o cuantización son introducidos por primera vez. “
He empezado con esta breve y simple definición de la mecánica cuántica, como previa reflexión general, antes de introducir una serie de teorías fantásticas y que chocan con las ideas científicas existentes. Estas teorías afirman que la Tierra es hueca y no una sólida esfera como se suele suponer, y que su interior hueco se comunica con la superficie a través de dos grandes aberturas polares. Este articulo está basado en la obra “La Tierra hueca“, de Raymond Bernard.

En este artículo presentaremos una serie de teorías que parecen probar que la Tierra no es una esfera sólida con un centro de metal fundido, como se suele suponer, sino que es hueca, con aberturas en los polos. Además, hay muchos mitos y leyendas que apuntan a que en su interior hueco podría existir una civilización avanzada, que posiblemente es la que, de alguna manera, ha ido influyendo en el devenir de nuestra civilización. Debido a su extensión, dividimos este artículo en dos partes. Aquí narramos la primera parte y en otro artículo explicaremos la segunda parte.
Las ideas sobre las características de la Tierra han variado a lo largo del tiempo. La esfericidad del planeta era conocida de muy antiguo. De hecho no solo conocida, sino incluso se había calculado la longitud de su circunferencia con una exactitud asombrosa, tal como hizo Eratóstenes, matemático, astrónomo y geógrafo griego, (276 a.C. a 194 a.C.) Si bien es cierto que en siglos posteriores surgieron voces que plantearon que la Tierra era plana (fundamentalmente para conciliar su forma con algunas afirmaciones bíblicas), el hecho real es que el concepto de esfera nunca dejó de ser la concepción más generalizada.

No es hasta el siglo XIX en que se inicia y extiende la creencia en dicha planicidad. Y el encargado de defender la idea es Samuel Birley Rowbotham (1816-1884), excéntrico inventor ingles que se apoya en la interpretación literal de la Biblia, llamando a su modelo cosmológico “Astronomía Zetética”. Según él, la Tierra es un disco plano en el que el Polo Norte esta en el centro del disco y la Antártida es un muro de hielo que rodea la parte exterior del círculo. Meteoros, cuerpos opacos, pero invisibles, y extrañas reflexiones de la luz, “explicarían” los días y las noches, los eclipses, los amaneceres y los atardeceres.
Las teorías de la Tierra hueca surgen en un periodo anterior. Una de las más antiguas leyendas es la de un enigmático reino, increíblemente rico, poderoso y con grandes conocimientos, que está oculto en el interior de la Tierra. Se dice que allí gobierna un monarca que es llamado el Rey del Mundo y el Señor de la Civilización y del Tiempo.
El célebre historiador romano Plinio refiere que los habitantes de una isla maravillosa, en el mítico país de Hiperbórea, lograron huir del cataclismo, que hundió aquel edén bajo un manto de hielo, a través de cavernas y túneles que llegaban hasta el Sur de la actual Alemania. Es decir, 1.200 millas náuticas de galerías subterráneas uniendo el círculo ártico con las tierras templadas. Esto equivale a 2.246 kilómetros. ¿Podríamos, entonces, imaginar que algunos de aquellos fugitivos se quedaran indefinidamente habitando aquel mundo subterráneo?

Dante Alighieri (1265-1321), en su famosa obra “La Divina Comedia”, introduce la idea de un mundo interior poblado. Aunque en este caso estamos hablando del infierno, donde las almas de los pecadores purgan sus faltas. Es por tanto un relato que tiene mucho en común con las tradiciones antiguas.
Será Athanasius Kircher (1601-1680) quien iniciará especulaciones sobre el interior de la Tierra,  basadas en sus observaciones. En efecto, la erupción del Etna le llevó a desarrollar un modelo del interior de la Tierra donde, según él, existiría ríos de lava que conectarían enormes cámaras de material incandescente, siendo los volcanes válvulas de seguridad por donde aliviar la presión. También incluía algún que otro bestiario, con demonios y reptiles, estos últimos en base al descubrimiento de fósiles.
Y el primer autor científico que propone la existencia de huecos lo suficientemente grandes para estar habitados es Edmond Halley (1656 – 1742), que propone la existencia de tres esferas huecas concéntricas (con un grosor de 800 Km.) y un núcleo. Y sugería que el origen de las auroras boreales es la luz que escapa del interior de la Tierra. Ya en el siglo XIX, John Cleves Symmes Jr. abogará por un modelo parecido, con cuatro esferas concéntricas, con grosores de 1300 Km, con aberturas en los polos de 2300 Km, pero sin núcleo central.
Durante todo el siglo XIX la idea de la Tierra hueca tendrá defensores y arraigara en algunas capas de la sociedad. Así Julio Verne, un gran iniciado, la desarrollará en su novela “Viaje al centro de la Tierra”. Y ya en el siglo XX, Edgar Rice Burroughs, en sus novelas “En el corazón de la Tierra” y “Pellucidar”, así como los relatos fantásticos de H.P. Lovecraft (“Las montañas de la locura”), retomarán la teoría de la Tierra hueca como base de sus relatos.

Fernando Ossendowski, en su libro “Bestias, Hombres, Dioses”, explica una profecía desconocida para la gran mayoría de la gente, pero no por eso menos inquietante. Fue anunciada, tal como dice el texto,  a finales del siglo XIX a los lamas de un monasterio budista en Asia. Y fue escrita por el autor del libro mencionado a comienzos del siglo XX, según consta en los registros editoriales. Al analizar esta profecía detalladamente podemos observar interesantes similitudes con acontecimientos sucedidos durante el siglo XX y escalofriantes predicciones que deberían suceder en el presente siglo. El texto es el siguiente: El hutuktu de Narabanchi me refirió lo siguiente cuando tuve ocasión de visitarle en su monasterio al empezar el año 1921: – “la vez que el rey del mundo apareció a los lamas de nuestro monasterio, favorecidos por Dios, hace treinta años, hizo una profecía relativa a los años venideros, que entre otras cosas, dice: ” …… Enseguida vendrán dieciocho años de guerra y cataclismos… Luego los pueblos de Agharti saldrán de sus cavernas subterráneas y aparecerán en la superficie de la tierra…””
Agartha, también conocida o denominada Agarthi, Agharta o Agarttha, es, según la tradición oriental, un reino constituido por numerosas galerías subterráneas que conectan con decenas de ciudades intraterrestres habitadas por seres de un altísimo nivel de conocimiento, que custodian y preservan la evolución planetaria. Diferentes culturas de todo el planeta, especialmente en Asia, han dejado importantes referencias acerca de este misterio. La situación geográfica de su capital, de nombre Shambala, se encontraría bajo el desierto de Gobi. Estas teorías son tan antiguas como la humanidad y en algunas leyendas se habla del reino subterráneo de Agartha, que se encuentra bajo los montes del Tibet.
Se ha dicho en muchas ocasiones que los tan discutidos ovnis no proceden del espacio, sino que tienen sus bases en el interior de la Tierra, que abandonan saliendo precisamente por las dos aberturas que existen en ambos Polos. “Ahí vive la raza superior, la misma que un día subirá a aniquilarnos“. Esta teoría, defendida hace dos siglos por el inglés Bulwer Lytton, sería aceptada por los filósofos del nazismo, quienes se mostrarían convencidos de la existencia de un sol interior. Este sol iluminaría a una tierra hueca cuyos habitantes serían de raza aria y odiarían a muerte a los que vivimos en la superficie del planeta.
El mito de este mundo secreto en las profundidades de la tierra nos conduce hasta a la religión Brahamánica. En el libro “El rey del Mundo” (1927), el esotérico francés René Guénon enumera gran cantidad de tradiciones antiguas que hablan de una tierra santa localizada en lugares legendarios,  como la Atlántida, el Reino del Preste Juan o el propio Castillo de Camelot entre otros.

Louis Jaccolliot, Alexandre Saint-Yves d”Alveydre y Ferdinand Ossendowski fueron los primeros en difundir la descripción de Agartha. La ocultista Helena Blavatsky mantiene la opinión y creencia de que el reino de Agartha fue fundada por semi-dioses provenientes del planeta Venus. Las doctrinas esotéricas mas fantasiosas retrasan su fundación hasta hace unos quince millones de años. La idea de mundos subterráneos se pudo haber inspirado en creencias religiosas antiguas como el Hades, el Sheol y el infierno.
La palabra Agharta es de origen budista. Se refiere al Mundo o Imperio Subterráneo, en cuya existencia creen los budistas. Ellos también creen que este Mundo Subterráneo tiene millones de habitantes y muchas ciudades, con Shamballah como su capital. Allí vive el Gobernante Supremo del Imperio, conocido en oriente como el Rey del Mundo. Se cree que el Dalai Lama del Tíbet es su representante en la superficie. Transmite sus mensajes utilizando algunos túneles secretos que conectan el mundo subterráneo con el Tíbet. También hay túneles semejantes en Brasil.
Brasil, en el oeste, y Tíbet, en el este, parecen ser las dos partes del mundo donde se accede con mayor facilidad a este Mundo Subterráneo. El famoso artista, filósofo y explorador ruso Nicholas Roerich, que viajó por Asia central, sostenía que Lhasa, la capital del Tíbet, estaba conectada mediante un túnel con la ciudad de Shamballah, capital del imperio subterráneo de Agharta. La entrada al túnel estaba vigilada por lamas, a los que el Dalai Lama había hecho jurar secreto sobre su ubicación. Se creía que había un túnel similar que conectaba la base de la pirámide de Gizeh con el Mundo Subterráneo, por el que se supone que se podía establecer contacto con los “dioses” del mundo subterráneo.

Las diferentes estatuas gigantes de los primeros dioses y reyes egipcios, así como las de Buda, hallados en todo Oriente, representan los “dioses” subterráneos que vinieron a la superficie para ayudar a la raza humana. Eran emisarios de Agharta, el paraíso subterráneo al que todos los budistas desean llegar. La tradición budista dice que la primera colonización de Agharta se produjo hace muchos miles de años, cuando un hombre santo condujo bajo tierra a una tribu que desapareció. Se supone que los gitanos provienen de Agharta, lo cual explicaría sus permanentes traslados. ¿Para encontrar el hogar perdido?
Esto nos recuerda a Noé, que se supone residía en la Atlántida y que se salvó del diluvio que sumergió a la mítica isla. Se cree que él llevó a su grupo a las altas planicies del Brasil, donde se establecieron en ciudades subterráneas, conectadas con la superficie por medio de túneles, para poder escapar de los residuos radioactivos producto de una supuesta guerra nuclear que se cree iniciaron los atlantes.
Se supone que esta civilización subterránea tiene muchos miles de años (se cree que la Atlántida se hundió hace +11.500 años) y se afirma que son capaces de manejar fuerzas que nosotros ignoramos, como demuestran sus naves volantes operando con una fuente de energía desconocida. Ossendowski sostiene que el Imperio de Agharta consiste en una red de ciudades subterráneas, conectadas entre sí por túneles, por los que pasan vehículos a tremendas velocidades, tanto debajo de la tierra como del océano.
Estos pueblos viven bajo el reinado de un gobierno mundial, encabezado por el Rey del Mundo. Representan a los descendientes del continente perdidos de Mu (Lemuria) y la Atlántida, además de los Hipeboreanos. Las versiones positivas afirman que en distintas épocas los “dioses” de Agharta vinieron a la superficie para enseñar a los seres humanos y salvarlos de las guerras, las catástrofes y la destrucción. De todos modos hay varios datos que parecen apuntar a algunas intervenciones menos pacíficas. En la épica hindú, el Ramayana, describe a Rama como un emisario de Agharta, que vino en un vehículo aéreo.

Una tradición china habla de maestros divinos que vinieron en vehículos aéreos. El fundador de la dinastía Inca, Manco Capac, vino de la misma manera. Uno de los maestros más importantes de Agharta en América parece que fue Quetzalcoatl, el gran maestro de los mayas y aztecas y de los indígenas de América en general, tanto del norte como del sur. Sabemos que era distinto a ellos porque lo definen como de tez y cabello claro, alto y con barba.
Los indígenas de Méjico, Yucatán y Guatemala lo reverenciaron como a un salvador. Los aztecas lo llamaron “Dios de la abundancia” y “Estrella de la mañana“. El nombre Quetzalcoatl significa “Serpiente emplumada“, simbolizando la serpiente que vuela. Se le dio este nombre porque llegó en un vehículo aéreo, aunque es probable que haya venido del Mundo Subterráneo. Luego de permanecer un tiempo con los indígenas, desapareció en forma misteriosa de igual manera como vino.
Se describe a Quetzalcoatl como “un hombre de buena apariencia y expresión seria, con una barba blanca y vestido con un ropaje largo“. También se lo llamó Huemac, por su gran bondad y moderación. Enseñó a los indígenas el camino de la virtud y trató de salvarlos del vicio al darles leyes y aconsejarles resistir a la lujuria y practicar la castidad. Les enseño el pacifismo y condenó todas las formas de violencia. Instituyó una dieta vegetariana, con maíz como el alimento básico, y les enseñó a hacer ayuno y a practicar higiene corporal.
Sabemos que este visitante vino como se fue, se supone que en una nave voladora, porque cuando Cortés invadió Méjico, el emperador Moctezuma creyó que se trataba del anunciado retorno de Quetzalcoatl. Lo creyó porque una bola de fuego giraba sobre la ciudad de Méjico y todas las personas gritaban y aullaban.  Y prendieron fuego al templo del dios de la Guerra, ya que creían que esta bola de fuego era la nave en la que viajaba Quetzalcoatl.

Osiris fue otro dios subterráneo. Según Donnelly, en su libro “Atlantis: el mundo antediluviano”, los “dioses” de los antiguos eran los gobernantes de la Atlántida y miembros de una raza de semidioses que gobernaba la humanidad. Antes de la destrucción de su continente, que ya habían previsto, viajaron en sus naves volantes al Mundo Subterráneo, a través de la abertura polar,  donde aún viven. “El imperio de Agharta“, escribió Ossendowski en su libro “Bestias, Hombres, Dioses”, “se extiende por túneles subterráneos a todas partes del mundo.”
En ese libro habla de la vasta red de túneles construida por una raza prehistórica de la más remota antigüedad, que pasa debajo de océanos y continentes, y por los que viajaban vehículos veloces. El imperio del que habla Ossendowski y que aprendió de los lamas del Lejano Oriente durante sus viajes en Mongolia, consiste en ciudades subterráneas bajo la corteza terrestre. Debemos diferenciar éstas de las que están situadas en el centro hueco de la tierra. Por lo tanto, existen dos mundos subterráneos, uno más superficial y otro en el centro de la tierra.
El escritor O.C. Huguenin, en su libro sobre OVNIS y el mundo subterráneo, cree que existen muchas ciudades subterráneas en diferentes profundidades, entre la corteza terrestre y el interior hueco. Con respecto a los habitantes de estas ciudades, escribe lo siguiente: “Esta otra humanidad tiene un alto grado de civilización, organización económica y social y progreso cultural y científico. En comparación, la de la superficie terrestre es una raza de bárbaros.

En su libro, Huguenin muestra también un diagrama del interior de la tierra, en el que se observan varías ciudades subterráneas en diferentes niveles de profundidad, conectadas entre sí por túneles. Las describe dentro de inmensas cavidades en la tierra. ¿De dónde obtuvo su información? Dice que la ciudad de Shamballah, la capital del imperio subterráneo, está en el centro de la tierra en vez de encontrarse cerca de la corteza sólida.
Sobre este mundo subterráneo escribió lo siguiente: “Todas las cavernas subterráneas de América están habitadas por gente antigua que desapareció del mundo. Estos pueblos y las regiones subterráneas donde viven están bajo la misma autoridad suprema del Rey del Mundo. Tanto el océano Atlántico como el Pacífico, una vez fueron el hogar de los vastos continentes que luego se sumergieron; y sus habitantes hallaron refugio en el Mundo Subterráneo. Las profundas cavernas están iluminadas por una luz resplandeciente que permite el crecimiento de cereales y otros vegetales y les brinda una larga vida, libre de enfermedades. En este mundo, existe una gran población y muchas tribus“.
En su libro “The Coming Race”, Bulwer Lytton describe una civilización mucho más avanzada que la nuestra, que existe dentro de grandes cavidades en el interior de la Tierra, conectada con la superficie mediante largos túneles. Estas inmensas cavidades están iluminadas por una misteriosa luz que no requiere de lámparas. Esta luz mantenía la vida vegetal y permitía a los habitantes subterráneos cultivar sus propios alimentos. Los habitantes que Lytton describe eran vegetarianos y disponían de aparatos que les permitían volar en vez de caminar. Estaban libres de enfermedades y tenían una organización social perfecta, en la que cada uno recibía lo que necesitaba, sin la explotación de unos por otros.

Como hemos visto, se afirma que la corteza terrestre está llena de redes de túneles que pasan debajo del océano de un continente a otro y que permiten desplazarse entre las ciudades subterráneas. Estos túneles abundan en América del Sur, en especial debajo de Brasil, que fue uno de los principales centros de la colonización de los habitantes de la Atlántida y que suponemos fueron quienes los construyeron. El más conocido de estos túneles es el “camino de los Incas“, que se extiende por varios cientos de kilómetros al sur de Lima, Perú, y pasa por debajo de Cuzco, Tiahuanaco y Tres Reos, encaminándose al desierto de Atacama, en el norte de Chile. Otro ramal se dirige a Arica, también en Chile.
Se dice que los Incas utilizaron estos túneles para escapar de los conquistadores españoles. Ejércitos enteros entraron en ellos, con llamas cargadas con oro y tesoros, cuando los primeros conquistadores llegaron. Esto explicaría su misteriosa desaparición, que dejó atrás solamente la raza de los quechuas. Se cree que cuando Atahualpa, el último de los reyes Inca, fue asesinado por Pizarro, el oro que era transportado en una hilera de 11.000 llamas cargadas halló refugio en estos túneles. Se cree que utilizaban un sistema artificial de iluminación y estas ciudades estaban construidas por la raza que construyó Tiahuanaco mucho antes de que el primer Inca apareciera en Perú.
Dado que nunca se volvió a ver a los Incas que entraron en estos túneles para escapar de los españoles, es probable que aún vivan en ciudades subterráneas. Estos túneles misteriosos, un enigma para los arqueólogos, existen en gran número debajo del Brasil, donde se abren a la superficie en diferentes lugares. El más famoso está en las montañas Roncador, al nordeste del Matto Grosso. Allí se dirigía el Coronel Fawcett cuando fue visto por última vez. Se afirma que la ciudad que buscaba no eran las ruinas de una ciudad muerta en la superficie, sino una ciudad subterránea con habitantes vivos.

Y se dice que él y su hijo, Jack, aún viven allí. Esto es lo que creen el profesor Souza y el escritor O.C. Huguenin. Fuentes fidedignas dicen que la entrada a los túneles en la zona de las montañas Roncador están vigilada por los feroces indígenas chavantes, que matan a cualquiera que se atreva a entrar sin ser invitado, ya que su misión es evitar que se pueda molestar a los habitantes subterráneos, a quienes ellos respetan y reverencian. Los indios murcego también guardan el secreto de las aberturas de los túneles secretos, que llevan a las ciudades subterráneas en la región de las montañas Roncador, en el Matto Grosso. Un ciudadano estadounidense que vivió muchos años en la zona afirmó que: “La entrada a las cavernas está vigilada por los indígenas murcego, una raza de tez morena, tamaño pequeño y extraordinaria fuerza física. Su sentido del olfato está más desarrollado que el de los mejores sabuesos. Aunque aprueben a una persona y le permitan entrar en las cavernas, me temo que esa persona estaría perdida para el mundo conocido, porque guardan el secreto con mucho cuidado y tal vez no le permitan salir”.
Tal vez esto le haya ocurrido al coronel Fawcett y a su hijo Jack, quienes se cree entraron en un túnel que llevaba a una ciudad subterránea en las montañas Roncador y nunca volvieron. Los indíos murcego viven en cavernas y salen por la noche a las junglas que les rodean, pero no tienen contacto con los habitantes subterráneos. Estos habitan una ciudad subterránea donde forman una gran comunidad.
Se cree que fueron los habitantes de la antigua Atlántida los que construyeron las ciudades subterráneas. Nadie sabe si aquellos que viven en las antiguas ciudades subterráneas de la Atlántida son los mismos habitantes u otros que se establecieron allí después que los constructores originales se fueron. El nombre de las montañas donde existen estas ciudades es Roncador, en el nordeste del Matto Grosso. Si alguien va en busca de una de esas ciudades, debe responsabilizarse de su propia vida, pues tal vez nunca regrese, como le ocurrió al Coronel Fawcett.

En la zona amazónica del Brasil se oye hablar mucho sobre estas cavernas y ciudades subterráneas. Parece que están cerca del Río Araguaya, que desemboca en el Amazonas, al nordeste de Guiaba y al pie de una cadena montañosa increíblemente larga llamada Roncador. Sin embargo es difícil llegar a aquella zona, ya que los indios murcego vigilan con gran celo la entrada a los túneles Una gran parte de los inmigrantes que ayudaron en la sublevación del General Isidro López, en 1928, desaparecieron en estas montañas y nunca se les vio de nuevo. Fue durante el mando del doctor Benavides, quien bombardeó Sao Paulo durante cuatro semanas. Luego declaró una tregua de tres días y permitió que los 4000 combatientes, que eran principalmente alemanes y húngaros, salieran de la ciudad. Alrededor de 3000 fueron a Acre, en el noroeste de Brasil, y aproximadamente 1000 desaparecieron en las cavernas situadas en el sur de la Isla Bananal, cerca de las Montañas Roncador.
Todas estas informaciones se asemejan mucho a lo descrito por Bulwer Lytton en su libro “The Corning Race”. Lytton era un rosacruz y es probable que basara su novela en información oculta relacionada con ciudades subterráneas existentes. Se hallaron ruinas de muchas ciudades de la primitiva Atlántida en el norte del Matto Grosso y el territorio de Amazonia, lo cual indica que los habitantes de la Atlántida colonizaron esta tierra alguna vez.
Hace algunos años, un maestro de escuela inglés, que oyó rumores de una ciudad perdida de la Atlántida en un elevado altiplano de la región, fue a buscarla. Lo hizo, pero las dificultades del viaje le costaron la vida. Antes de morir envió una paloma mensajera con una nota en que describía una ciudad magnífica en cuyas calles se alineaban grandes estatuas doradas. Si los habitantes de la Atlántida colonizaron Brasil alguna vez y construyeron ciudades en el Matto Grosso, ¿por qué construyeron ciudades subterráneas allí?

El arqueólogo Harold Wilkins, ofrece una atrevida teoría: que las ciudades subterráneas fueron construidas para escapar de la radioactividad provocada por una guerra nuclear que llevaron a cabo los habitantes de la Atlántida (ver los artículos: “¿Holocausto nuclear en la antigua Sumer?” y ¡¿Terribles armas en la antigüedad?”). Esta parece una explicación fantástica aunque razonable, ya que parece no haber una mejor razón para llevar a cabo una labor tan ardua como la de la excavación de la tierra y la construcción de ciudades subterráneas, cuando ya tenían ciudades magníficas en la superficie de la tierra.
La escritora Earlyne Chaney mantiene otra de las teorías en torno al reino de Agartha,  donde se habla de la llegada a nuestro planeta de seres muy avanzados a los que denomina Anunnaki. Su descendencia en la Tierra son los Annu (ver los artículos en este blog sobre Sumer). Estos seres fueron quienes trajeron el arca de la alianza, que fue usada como arma y como un medio para el control de la gravedad. Juntos, los Anunnaki y los Annu ayudaron a construir las grandes civilizaciones de la Atlántida y Lemuria. Tras ello, los Anunnaki marcharon dejando la Tierra en manos de los Annu que se habían emparejado con humanos.
Con el paso del tiempo, la Atlántida comenzó a ser tomada por los Hijos de Belial o Hermandad Oscura. En ese momento los Annu comenzaron a percatarse y darse cuenta de que la destrucción de la Atlántida estaba cerca y huyeron a otros países, especialmente a Egipto, donde con la ayuda de sus arcas de la alianza ayudaron a construir las pirámides, además de utilizar estos instrumentos para perforar profundamente y construir túneles y ciudades bajo la tierra. Los Annus estaban preparados y esperando el momento que llegó cuando el gran diluvio estaba a punto de acontecer. Entonces entraron en su ciudades subterráneas a través de la gran pirámide que, una vez dentro, sellaron para impedir que se descubrieran sus pasajes subterráneos y para mantener fuera las aguas de la inundación.
En 1906 William Reed introduce la teoría de la Tierra hueca en su obra el “Fantasma de los polos”. En esta obra propuso su teoría de que la Tierra es de hecho hueca, con grandes agujeros en sus polos. Reed resume su revolucionaria teoría de la siguiente manera: “La tierra es hueca y los polos, tanto tiempo buscados, son fantasmas . Hay aberturas en los extremos norte y sur. En el interior hay vastos continentes, océanos, montañas y ríos. Vida vegetal y animal son evidentes en este Nuevo Mundo y es probable que sea poblado por razas desconocidas para los habitantes de la superficie de la Tierra“.
Explicaba Reed que “la fuerza de gravedad es tan intensa en las aberturas polares que el agua de los ríos interiores se precipita a la superficie del planeta, donde se hiela y se transforma en icebergs“. Se quiebran a continuación éstos en fragmentos de tamaño gigantesco que producen las extrañas marejadas bien conocidas por los exploradores polares. Dentro de los bloques de hielo llegan a la superficie plantas y animales de todos los tamaños, como un mamut que encontraron en Siberia en 1799. Los científicos de aquella época declararon que el mamut se encontraba envuelto en hielo desde hacia miles de años. Reed afirmaba, por el contrario, que el enorme animal se aventuró imprudentemente hasta la abertura del mundo exterior y fue arrastrado por la corriente hasta las tierras siberianas.

En 1902 aparecería otro mamut en la región de Bereskova y, en fecha reciente, un ser aparentemente primitivo que flotaba envuelto en hielo, a la altura de las islas Aleutianas. Los científicos afirmaron que de haber sido congelados ambos en circunstancias normales, a temperaturas no demasiado bajas, el proceso de descomposición debió seguir adelante. Es decir, que la edad del mamut y del ser humano no era superior a uno o dos siglos. ¿Significa esto que, después de todo, pudiera ser cierta la teoría de Reed y que llegaron mamut y hombre primitivo del interior de la Tierra?
El norteamericano Marshall B. Gardner pasó veinte años investigando los informes de los exploradores árticos, con el suplemento de evidencias astronómicas, antes de publicar en 1913 su libro “A Journey to the Earth’s Interior or Have the Potes Reaüy Been Discovered?” (Un viaje al interior de la Tierra o ¿fueron de veras descubiertos los polos?). Había observado ciertos extraños fenómenos e ideó nuevas teorías para completar las anteriores. Había observado la nieve de color que cae ocasionalmente sobre las regiones árticas, y se preguntó si no sería causada por el polen de las plantas que crecen en ese desconocido interior del planeta. Parecía no tener conocimiento del libro y la teoría de Reed, por lo que ambos desarrollaron sus teorías en forma independiente.
La gran contribución de Gardner consiste en la teoría de un sol central, que es causa de la temperatura más elevada en la región del orificio polar y de la aurora boreal, fenómeno que Reed atribuyó a erupciones volcánicas. Un sol central como fuente de calor y luz hace posible la existencia de vida animal y plantas, además de vida humana en el interior de la tierra. Reed consideraba esto un hecho, pero no pudo encontrar una explicación para ello de acuerdo a su teoría. Esto se debe a que no incluía un sol central como fuente de luz y, sin ello, no podía haber vida.
Se fijó Gardner en el casquete polar de Marte y se preguntó también si no sería igualmente hueco. Decía que “el color blancuzco que caracteriza al polo marciano no se debe al hielo, sino a las nubes que se amontonan junto a la abertura“. Si el casquete polar se desvanece a veces, añadía Gardner, es porque se introducen las nubes por la abertura, al llegar el verano, como si se tratase de una marea gigantesca cuyo mecanismo no ha sido aún comprendido. Gardner también sostiene, y en su libro presenta evidencias astronómicas que lo prueban, que no sólo la Tierra, sino todos los planetas del sistema solar, tienen interiores huecos y soles centrales.
Dice que su formación original se debió a una nebulosa que giraba. Como resultado de la fuerza centrífuga de la rotación durante su formación, cuando aún estaban en estado de fusión,  los elementos que lo constituían fueron arrojados hacia afuera para formar una corteza sólida en la superficie externa de cada planeta, dejando hueco el interior. Además, debido a la fuerza de la rotación y el movimiento por el espacio, se produjo la formación de aberturas en las extremidades polares. ¿Por qué hay tan pocos ejemplares de los libros de Reed y Gardner en bibliotecas? ¿Por qué prueban que existe en el interior de la tierra una gran área no documentada en mapas, tal vez mayor que la superficie terrestre?
Por supuesto el gobierno que conociera esto tendría la ambición de ser el primero en descubrir este territorio y reclamarlo como propio. Por esta razón, haría grandes esfuerzos por mantenerlo en secreto, con el propósito de que ningún otro lo hiciera antes.
Una historia escandinava explica que, siendo todavía joven, Olaf Jansen viajó con su padre rumbo al norte y arribó a un país donde la temperatura era agradable y el sol brumoso, diferente al que conocían los viajeros. Recorrieron el lugar, poblado por exuberante vegetación, y fueron a encontrarse frente a un auténtico mamut. De regreso a casa, la embarcación chocó contra un iceberg y el señor Jansen cayó al agua. Su hijo sería rescatado por la tripulación de otro barco, que escuchó su asombrosa historia. En consecuencia, Olaf fue encerrado en un manicomio, donde permaneció veinte años. Tuvo tiempo de escribir un libro que tituló “El dios que humea“, refiriéndose al extraño sol que parecía desprender humo.
Unos científicos, cuyo nombre no ha sido revelado, afirmaron hace unos años, en defensa de estas teorías, que el polo magnético no es un punto, sino una línea circular perfecta, lo mismo en el Norte que en el Sur, y que cualquier punto de esta línea circular podría identificarse con el Polo. De ser esto cierto, se explicaría lo sucedido en 1909, cuando el Dr. Frederick Cook fue aclamado como conquistador del Polo Norte, hecho que tuvo lugar el 21 de abril de ese año. Días más tarde, el vicealmirante Robert E. Peary declararía que él estuvo en el Polo Norte el día 6 y que plantó una bandera norteamericana en aquel lugar.
Ninguno de los dos exploradores tenían testigos de su proeza. Los dos estaban seguros de haber alcanzado el Polo Norte. Cook debió ver la bandera dejada por Peary, de haberla clavado éste. Pero no apareció por ningún lado. ¿No sería que los dos exploradores alcanzaron uno de los puntos que forman ese círculo polar? ¿Acaso resulta imposible clavar una bandera en el Polo Norte o en el Sur, porque no existen esos puntos, ocupados por una abertura que conduce al interior del planeta?
El escritor William F.Warren presenta una teoría según la cual la raza humana se originó en un continente tropical en el Ártico, la mítica Hiperbórea, una tierra bañada por el sol y llena de árboles frutales, cuyos habitantes, una raza de dioses, vivían más de mil años sin envejecer. Los antiguos textos chinos, egipcios, hindúes y las leyendas de los esquimales hablan de una gran abertura en el Norte y de una raza que vive debajo de la corteza terrestre. Dicen que sus ancestros vinieron de esa tierra paradisíaca en el interior de la tierra. Tal vez la tradición del Papá Noel se basa en el recuerdo de unos seres benefactores de la humanidad que venían a la superficie por la abertura en el Polo Norte.

 
Muchos de los autores sobre este tema sostienen que el interior de la tierra está habitado por una raza de pequeños individuos y que los esquimales, cuyo origen parece diferir del de todas las demás razas, provienen de esta raza subterránea. Un explorador declaró que los pueblos conocidos como los montañeses del Ártico vinieron del interior de la tierra. Cuando se les preguntó el origen de sus antepasados, señalaron hacia el Norte. Algunas leyendas esquimales hablan sobre una tierra paradisíaca de gran belleza en el Norte. También cuentan de una hermosa tierra de luz perpetua, donde no existe la noche. Esta tierra tan maravillosa tiene un clima moderado, donde los grandes lagos nunca se congelan, los animales tropicales se desplazan en manadas y aves de muchos colores pueblan su particular cielo. Es una tierra de juventud perpetua, donde las personas viven miles de años en paz y felicidad (ver el artículo “En busca de la Fuente de la Eterna Juventud”).
Existe una historia de un rey británico, llamado Hería, a quien los esquimales llevaron a una tierra paradisíaca debajo de la tierra. Los irlandeses tienen una leyenda sobre una tierra hermosa más allá del norte, donde hay luz y verano continuos. Las leyendas escandinavas hablan de una tierra maravillosa lejos en el norte, llamada “Ultima Tule“. Ray Palmer, editor de la revista “Platillos volantes”, comenta: “¿La ‘tierra de misterio’ del Almirante Byrd, ‘el centro del gran desconocido’, es lo mismo que la ‘Ultima Tule’ de la leyenda escandinava?“.
 
En cuanto al origen de los esquimales, Gardner dice: “El esquimal proviene del interior de la tierra, es decir, de un lugar sobre el cual no pudo explicar con facilidad a los noruegos que le preguntaron de dónde vino su raza. Esto se comprueba por el hecho de que los noruegos antiguos creían que se trataba de un pueblo sobrenatural, una suerte de hadas. Si recordamos que en el esfuerzo de explicar su lugar de origen señalaban hacia el norte y describían una tierra de sol perpetuo, resulta evidente que los noruegos, que asociaban las regiones polares con el fin del mundo —-jamás con un mundo nuevo— se maravillaban de aquello. Suponían que eran seres sobrenaturales, provenientes de alguna región debajo de la tierra, como siempre se creyó era el que albergaba a las hadas, los gnomos y criaturas similares”.
La opinión de Nansen es que precisamente eso ocurrió. Escribe: “Ya dije que el nombre noruego ‘Skraeling’ para el esquimal debió de usarse para denominar a las hadas o criaturas míticas. Además, es muy posible que cuando los islandeses conocieron a los esquimales en Groenlandia, creyeron que eran hadas. Por lo tanto, los llamaron ‘trolls’, un antiguo nombre común para diversas clases de seres sobrenaturales. Esta creencia —más o menos— persistió más adelante en el tiempo“. Nansen continúa contando que cuando estos esquimales recibieron mención en las escrituras latinas, la palabra se tradujo como “Pygmaei”, que significa “gente pequeña, no crecida, de aspecto sobrenatural“. En la Edad Media, se supone que habitaron Tule, nombre que recibía la tierra extrema, más allá del norte.
La creencia en la existencia de esta tierra, Tule, habitada por gente extraña, era muy difundida. Nansen nos dice que desde San Agustín, el conocimiento de estos pigmeos llegó a Isidoro, y luego pasó a toda Europa medieval, en el sentido de un pueblo maravilloso que existía en las partes más extremas del norte, un pueblo de hadas. Muchas leyendas cuentan de gente que fue debajo de la tierra a un extraño reino y se quedó allí por mucho tiempo antes de volver. Los irlandeses de la antigüedad tenían una leyenda sobre una tierra más allá del mar, donde el sol siempre brillaba y siempre era verano. Hasta creían que algunos de sus héroes habían ido allí y que, al volver, nunca pudieron contentarse con su propio país.
 
Nansen cita un escritor noruego del siglo XIII,  quien dice que la creencia era que los esquimales eran personas sobrenaturales, de estatura pequeña y, por lo tanto, de origen diferente a los otros habitantes de la tierra. Nansen también dice que la población esquimal aumenta no sólo por el crecimiento de la tribu en número, sino también por la inmigración del norte, lo que involucra personas provenientes del interior de la tierra. La tradición de los esquimales es que vinieron de una tierra de sol perpetuo, mucho más allá de la barrera de hielo del norte. Es una tradición a la que se debe dar importancia porque no pudo surgir sin una causa. Sobre esto, el doctor Vichólas Senn dice: ‘Cuando se les pregunta sobre su lugar de origen, siempre señalan el norte sin tener la menor idea de lo que esto significa‘.
Suponemos que  probablemente no creen  que la tierra sea hueca, pero están convencidos de que vinieron del norte. El doctor Senn niega que tengan características en común con el indio de América del Norte y cree que son los remanentes de los habitantes más antiguos del hemisferio occidental’. Tal vez tenga razón al atribuirles gran antigüedad, por lo menos concuerda con Nansen; pero su lugar de origen es el interior de la tierra, no el hemisferio occidental. “En cuanto a la tierra de sol perpetuo, por supuesto que el esquimal no recuerda esto como algo que él mismo haya visto, porque es muy cuestionable si alguno de la generación actual ha llegado al interior; pero es sabido que toda raza tiene una idea de la ‘época dorada’, o paraíso, que por lo general se compone de elementos pasados de generación en generación por medio de cuentos y mitos. Así es como las leyendas esquimales pasan cuentos de la tierra del interior, con su sol siempre brillando”.
El doctor Senn dice lo siguiente con respecto a su religión: “Creen en un mundo futuro. El alma desciende hasta debajo de la tierra a varios sitios: el primero es similar a un purgatorio, pero los espíritus buenos lo pasan y encuentran mansiones mejores hasta llegar a una gran profundidad a la felicidad perfecta, donde el sol nunca se pone, los lagos no se congelan y los ciervos deambulan en grandes manadas, y focas y morsas abundan en las aguas”. Ese paraíso sirve como descripción casi literal de la tierra en el interior de la Tierra, y la existencia de un purgatorio antes del acceso tal vez sea el reflejo de un recuerdo — pasado de una generación a otra— de las dificultades de la barrera de hielo entre ese maravilloso hogar y la situación actual del esquimal, al sur de ese gran obstáculo de la naturaleza.
 
Robert Edwin Peary fue un explorador estadounidense que alegó haber sido la primera persona en llegar al Polo Norte, el 6 de abril de 1909, una reivindicación que le supuso grandes honores y prestigio, pero que posteriormente le atrajo muchas críticas y controversias, y hoy es ampliamente puesta en duda. Para su expedición final al Polo Norte partió el 6 de julio de 1908 de Nueva York con 23 hombres, y pasó el invierno cerca del cabo Sheridan, en la isla de Ellesmere. Desde allí partieron hacia el Polo Norte el 1 de marzo de 1909. En el tramo final de la expedición, sólo cinco de sus hombres quedaron junto a él: Matthew Henson, Oatah, Egingwah, Seegloo y Ookeah. En su diario de viaje, el día 7 de abril escribió “¡¡¡Al fin el Polo!!! El premio de tres siglos, mi sueño y ambición durante 23 años. Mío al fin…“.  Sin embargo, la afirmación de Peary de haber llegado al Polo Norte siempre ha sido puesta en duda.
Es de interés remarcar que cuando los esquimales vieron los esfuerzos de Peary por llegar más al norte que el casquete de hielo de Groenlandia, creyeron que la razón era comunicarse con otras tribus de aquella zona. Esa idea jamás se les hubiera ocurrido si no fuera porque sus tradiciones señalan la existencia de gente en el norte, supuestamente no habitado. Por todo ello parece que el esquimal representa un tipo de ser humano que ha habitado, o es probable que aún habite, el interior de la tierra. No hay otra aparente explicación de su origen que explique su actual situación. Sus leyendas tampoco admiten otra explicación, pues apuntan a la misma clase de tierra: una tierra que se corresponde con la descripción de la Ultima Tule de la antigua leyenda.
Entre el año 1938 y 1939, fue enviada al Tíbet una expedición nazi al mando de Ernst Shaeffer, jefe del Departamento de Esoterismo de la Anhererbe, acompañado por cinco científicos  alemanes y veinte miembros del la SS. El objetivo de esta expedición tenía como misión contactar con los misteriosos habitantes de las cavernas, pertenecientes a la misteriosa Agartha. Sería una de las diversas expediciones a esa mítica región. Y es un hecho que cuando los rusos ocuparon el bunker de Hitler encontraron los cadáveres de varios centenares de monjes tibetanos que habían llevado a cabo un suicidio ritual. ¿Qué buscaban los nazis en el Tíbet?¿Ciencia ficción o inquietante realidad?¿Existe un Gobierno oculto escondido en las entrañas de la Tierra?
 
Aunque los nazis armaron gran revuelo con su expedición en busca de Agartha, no fueron ellos los únicos interesados. Otros aventureros y exploradores nos han dejado sorprendentes relatos que avalan la posible existencia de este reino subterráneo.  El Contraalmirante Richard E. Byrd, de la Armada de los Estados Unidos, dijo: “Ese Continente encantado en el Cielo. ¡Tierra del Misterio Eterno!” “Me gustaría ver esta tierra más allá del Polo (Norte). ¡Esa área más allá del Polo es el centro del Gran Desconocido“.  No se puede encontrar sentido a esta cita de acuerdo a las teorías geográficas vigentes, que nos explican que la tierra es una esfera sólida con un centro en estado de fusión y los dos polos en ubicaciones fijas.
Si,  tal como indica en sus registros, el Almirante Byrd voló 2.740 y 3.710 kilómetros respectivamente a través de los Polos Norte y Sur, hasta llegar a las tierras cubiertas de hielo y nieve del otro lado, cuya geografía se supone conocida, resulta incomprensible que mencionara este territorio como “el Gran Desconocido“. Además, no habría razón alguna para que empleara una expresión como “tierra del misterio eterno“. Pero Byrd  describió lo que observó desde el avión. Y tenía gran experiencia, ya que fue una de las personas que más veces visitaron ambos Polos antes de estallar la II Guerra Mundial.  
 
Poco antes de emprender una expedición al Polo Norte, en febrero de 1947,  declaró: “quisiera ver esas tierras más allá del Polo“. Y cuando el 13 de enero de 1956 envió otro extraño mensaje cuando volaba sobre el Polo Sur, se le tachó de loco. Dijo que veía “unos bosques y lagos, e incluso animales semejantes al mamut, pastando en una región situada más allá del Polo“. Pero, ¡esto era imposible! ¿A qué se refería Byrd?  ¿Qué estaba realmente queriendo decir cuando declaró que iba a volar más allá del Polo?  Cuando regresó a lo Estados Unidos, sus superiores le reprendieron severamente y le prohibieron hacer más declaraciones. Byrd murió meses más tarde, olvidado y sin que nadie hiciese caso de lo que él consideraba un descubrimiento sensacional. No obstante, hubo algunas personas que no lo consideraron un loco.
Durante el vuelo ártico de 2.740 kilómetros, más allá del Polo Norte, informó por radio que en la superficie  no veía ni hielo ni nieve, sino montañas y bosques, con vegetación, lagos, ríos y extraños animales parecidos a los mamuts. Resulta evidente que había penetrado en una región mucho más cálida que el territorio de hielo que se extiende desde el Polo Norte a Siberia. Si Byrd se hubiera referido a esta región, no tendría razón para llamarla “el Gran Desconocido“, ya que supuestamente se puede alcanzar con sólo atravesar el Polo de un lado de la región ártica al otro.
La única forma de entender estas enigmáticas frases  de Byrd es considerando que las zonas ártica y antártica no son convexas sino cóncavas. Por lo tanto, al ir más allá de los polos, Byrd entró en la concavidad polar. Por lo tanto no cruzó los polos hacia el otro lado, sino que entró a la depresión polar que da entrada al interior de la tierra.  Por lo que parece esta área tiene un clima tropical, con plantas, animales e incluso seres humanos. Este es el “Gran Desconocido” al que se refería Byrd.
Aplicando una nueva teoría geográfica podemos entender que había entrado en un territorio nuevo, que era desconocido porque no figuraba en ningún mapa, ya que todos los mapas fueron hechos en la creencia de que la tierra es esférica y sólida. Ya que casi todas las tierras en esa esfera sólida fueron exploradas y registradas por los distintos exploradores, no tenía cabida el territorio descubierto por el Almirante Byrd: ¡un área tan grande como América del Norte!, sin hielo, y que él llamó el Gran Desconocido. Este misterio sólo se puede resolver si aceptamos una nueva teoría de la formación de la Tierra y tenemos en cuenta las observaciones de los exploradores árticos. Según esta teoría, la tierra es hueca y con aberturas en los polos. El Almirante Byrd penetró unos 6.450 kilómetros dentro de las concavidades polares que se abrían hacia el interior de la Tierra durante sus expediciones ártica y antártica de 1947 y 1956.
 
Según lo indicado, los Polos Norte y Sur no existen realmente, ya que estarían situados en el vacío en el centro de las aberturas polares. Y según muchas tradiciones, la Tierra es hueca, con aberturas en los polos y con una civilización avanzada en su interior. Es probable que este sea el “Gran Desconocido” al que se refiere Byrd. Porque algo es evidente: Byrd habló de una área de tierra desconocida, libre de hielo y nieve, con vegetación, bosques y vida animal, y que no existe en la superficie terrestre, sino dentro de una concavidad polar, y que recibe el calor del interior, donde hay temperaturas más altas que en la superficie.
En enero de 1956, el Almirante dirigió otra expedición al Antártico, donde penetró 3.700 kilómetros más allá del Polo Sur: “El 13 de enero, miembros de la expedición de los Estados Unidos penetraron en una extensión de 3.700 kilómetros más allá del Polo. El aviador era el Contraalmirante George Dufek de la Unidad Aeronaval de los Estados Unidos”. La palabra “más allá” es muy significativa y resulta incomprensible si no aplicamos la teoría antes indicada.
En circunstancias normales se hubiesen referido a la región al otro lado del continente antártico y al océano que queda más allá, no a un “vasto territorio nuevo” que no está en ningún mapa. Tampoco hubiese sido “la más importante expedición de la historia del mundo“. La geografía de la Antártida es bastante conocida, y el Almirante Byrd no agregó nada significativo con respecto a este continente. ¿Por qué hizo comentarios tan insólitos, especialmente teniendo en cuenta su posición como contraalmirante de la Armada de los Estados Unidos y su reputación de gran explorador?
Este enigma se resuelve si consideramos la teoría de la Tierra hueca, que es la única manera de encontrar sentido a las palabras del Almirante Byrd. Después de volver de la expedición antártica el 13 de marzo de 1956, Byrd comentó: “La presente expedición ha abierto una vasta tierra nueva“. La palabra “tierra” es significativa. No se pudo referir a alguna parte del continente antártico, ya que ninguna consiste en tierra sino hielo. Además, la geografía es conocida, y Byrd no aportó información adicional, como otros exploradores que dejaron sus nombres como recuerdo en la geografía de esta región.
 
Si Byrd hubiera descubierto una vasta nueva tierra en la Antártida, la habría reclamado para el gobierno de los Estados Unidos, y la región llevaría su nombre, como lo habría llevado el territorio que había cubierto con el vuelo de 2.740 kilómetros entre el Polo Norte y Siberia, si hubiera estado en la superficie terrestre. Sin embargo, no consta este logro en el haber  del  gran explorador y su nombre no se aplicó a ninguna zona de la geografía ártica o antártica, como podría asumirse de alguien que ha descubierto una vasta nueva tierra. Por lo tanto, podemos deducir que su expedición de 1956 de más de 3.700 kilómetros más allá del Polo Sur fue en un territorio sin hielo, no registrado en ningún mapa y tampoco formando parte del continente antártico.
En 1957, poco antes de su muerte, Byrd se refirió a esta tierra más allá del Polo Sur como: “aquel continente encantado en el cielo, la tierra del misterio permanente“. No pudo decir esto al referirse a la parte congelada del continente antártico que está al otro lado del Polo Sur. Las palabras “misterio permanente” debieron referirse a un territorio más cálido, que no aparece en el mapa y que está dentro del interior de la abertura del Polo Sur, en el interior hueco de la Tierra.  La expresión «aquel encantado continente en el cielo” seguramente se refiere a un área de tierra, no de hielo, reflejada en el cielo, que actúa como espejo. Un fenómeno extraño observado por muchos exploradores polares, que hablan de “la isla en el cielo” o el “cielo de agua“. Si Byrd hubiese visto el reflejo de agua o hielo, no habría empleado la palabra “continente” o “encantado“. Esta última palabra era debida a que, de acuerdo a las teorías geográficas aceptadas, el continente que Byrd vio reflejado en el cielo no podía existir.
Ray Palmer piensa que los descubrimientos del Almirante Byrd en el Ártico y la Antártida pueden ofrecer una explicación sobre la procedencia OVNIS. Podría ser que no viniesen de otros planetas sino del interior de la tierra, donde se supone existe una civilización mucho más avanzada que la nuestra. Palmer razona de la siguiente manera: “¿Cuánto conocemos de la tierra? ¿Hay algún área en ella que se pueda considerar como el posible origen de los platillos volantes?”. Las dos áreas de mayor importancia son la Antártida y el Ártico. “Los dos vuelos del Almirante Byrd por encima de los dos polos prueban que hay algo raro en la forma de la tierra en ambas áreas. Byrd voló al Polo Norte, pero no se detuvo allí para dar la vuelta, sino que siguió 2.740 kilómetros más allá y luego siguió el mismo camino de vuelta a la base ártica”.
A medida que Byrd avanzó más allá del Polo durante 2.740 kilómetros, podía ver tierra sin hielo, lagos, montañas, árboles y  un animal parecido al mamut de la antigüedad, que se movía entre la vegetación. Los tripulantes del avión informaron de todo esto por radio. ¿Qué era esta tierra desconocida? Todo parece indicar que Byrd, al viajar hacia el norte, penetró en el interior de la Tierra a través de la abertura polar. Más tarde, la expedición se dirigió al Polo Sur y, después de pasarlo, siguió 3.700 kilómetros más allá. “Una vez más, penetramos en una tierra desconocida y misteriosa que no aparece en los mapas actuales”. Pero luego se hizo el silencio oficial sobre este asunto. Por lo que hemos narrado, parece que en los dos polos existen extensas áreas de tierra desconocida y habitable.
 
La misteriosa tierra del Polo Norte que vieron Byrd y su tripulación tiene una longitud de al menos  2.740 kilómetros. ¡Es un área tan grande como todo el territorio de los Estados Unidos! “En el caso del Polo Sur, la tierra atravesada más allá del Polo incluye un área tan grande como América del Norte”. La única respuesta racional a este enigma es que el gobierno de los Estados Unidos decidió mantener este asunto en secreto. Y habían fuertes razones para no dar a conocer al mundo este nuevo descubrimiento histórico,  pues el Almirante había descubierto dos áreas desconocidas de tierra, que medían un total de 6.450 kilómetros de ancho y probablemente era tan grande como América del Norte y del Sur juntas.
Palmer concluye que esta nueva tierra descubierta por Byrd, que no figura en ningún mapa, existe en el interior de la tierra, ya que la geografía de la parte externa es conocida, mientras que la interna es desconocida. Después de discutir la importancia de que Byrd usara el término “más allá” del polo, en vez de “cruzando” el Polo al otro lado del Ártico o de la Antártida, Palmer concluye que Byrd se refería a un área de tierra desconocida, dentro de la concavidad polar y que se continuaba con el interior de la tierra, una zona cálida donde hay vegetación y vida animal.
Revisando un mapa, vemos que todos los territorios cercanos al Polo Norte, como  Siberia, Spitzbergen, Alaska, Canadá, Finlandia, Noruega, Groenlandia o Islandia,  están dentro de los 2.740 kilómetros de distancia, pero ninguno dentro de los 320 kilómetros más próximos al Polo. Byrd,  después de 2.740 kilómetros de vuelo, tuvo que regresar porque le faltaba gasolina y ¡aún no había atravesado el Polo!. Debió llegar a zonas reconocibles y no lo hizo. Todo el rato debía estar sólo viendo el océano cubierto de hielo o algunas pequeñas porciones de océano sin hielo. Sin embargo, ¡lo que vio fueron montañas y bosques! El límite septentrional para la presencia de vegetación arbórea es el sur de Alaska, Canadá y Siberia. ¡Al norte de esa línea no crece ningún árbol! Esto quiere  decir que no hay árboles dentro de un radio de 2.740 kilómetros del Polo.
¿Cuál puede ser la conclusión? El vuelo del Almirante Richard E. Byrd lo llevó a una tierra más allá del Polo. Sin embargo, en la actualidad esta tierra misteriosa no se menciona en ninguna parte ni figura en ningún mapa oficial. Sin embargo el Almirante Byrd sí voló más allá del polo. Pero, ¿cómo es posible ir ‘más allá’ del polo? Imaginemos por un momento que llegamos al punto exacto del polo norte magnético,  sin saber de qué dirección vinimos. Sólo sabemos que queremos ir a La isla de Spitsbergen, la mayor de las islas del archipiélago de Svalbard, situada en la confluencia entre el océano Ártico, el mar de Barents y el mar de Groenlandia, pero entonces tenemos que preguntarnos: ¿qué dirección tomamos? Al sur, por supuesto. Pero, ¿hacia qué sur?, ya que todas las direcciones son Sur viniendo desde el Polo Norte. En realidad todas las expediciones al polo, por avión, por submarino o por el hielo se enfrentan el mismo problema: Tienen que retroceder por el mismo camino por el que llegaron o descubrir qué dirección es la correcta para llegar a su destino.
 
El problema se soluciona escogiendo cualquier dirección y recorriendo más o menos 30 Kilómetros. Entonces los exploradores se detienen, miden las estrellas, las relacionan con su lectura de la brújula, que apunta hacia el Polo Norte Magnético, y trazan el curso en sus mapas. En esa caso resulta fácil dirigirse a la isla de Spitzbergen si vamos hacia el Sur. Pero el Almirante Byrd no siguió este procedimiento tradicional de navegación. Cuando llegó al Polo Norte, siguió volando 2.740 kilómetros más. Continuó hacía el Norte después de cruzar el polo. Y está registrado que lo logró, por que en caso contrario se supone que no habría visto ‘la tierra más allá del polo’. Aquella tierra desconocida, según los mapas actuales, no puede existir. Pero como todo parece indicar que existe, sólo podemos pensar que esos mapas son incorrectos, incompletos y no representan la realidad del hemisferio norte.
¿Quiénes son estas fuerzas secretas, que tenían una razón especial para ocultar la información sobre el gran descubrimiento del Almirante Byrd? Resulta obvio que son las mismas que impidieron la salida de información después de que Byrd realizó tal descubrimiento y que retiraron de la circulación una revista  que contenía la siguiente significativa cita: “Desde el 12 de diciembre de 1929, las expediciones polares de la Armada de los Estados Unidos han determinado la existencia de una extensión de tierra incalculable más allá de los puntos polares”.