18 de noviembre de 2011

Lobsang Rampa

Lobsang Rampa habla sobre la tierra hueca

Lobsan Rampa (“Crepúsculo”, Cap.II):
He oído a mucha gente discutir acerca del hueco de la
Tierra y, a quienes se oponen a esa teoría, decir siempre:
“Pues bien; si hay un hueco en la Tierra, ¿cómo es que las
compañías aéreas que vuelan sobre el Polo Norte no ven la
abertura? En la actualidad algunos aviones comerciales pasan
por el Polo Norte y también, tal vez, por el Polo Sur
de manera que, si hubiese un gran orificio en la Tierra, es
indudable que los pilotos lo verían”.
Como ustedes saben, esto no es cierto. Las líneas
aéreas comerciales no vuelan sobre el Polo Norte, así como
tampoco vuelan sobre el Polo Sur, sino que pasan a
una distancia apreciable de ambos por la sencilla razón de
que, si así no fuera, se produciría una interferencia de
suma gravedad en sus instrumentos de navegación. De manera,
pues, que el derrotero de los vuelos comerciales
siempre se marca de modo de pasar, a muchísimos kilómetros
de los polos imaginarios, con lo cual se evita la interferencia de los compases.
Están, por otra parte, los que dicen: ” ¡Vamos! Si
hubiera algún agujero en la Tierra, todos los exploradores
que han estado en el Polo Norte y en el Polo Sur habrían
dado con él”. Una vez más, no. Eso no es verdad. Nadie
ha estado en el Polo Norte; nadie ha estado en el Polo
Sur. Lo que sabemos es que hubo gente que llegó cerca de
tal o cual polo y que recorrió muchas millas; o, dicho con
otras palabras, que ha estado más o menos perdida. Tanto
la Historia antigua como la moderna nos dicen que los
navegantes suelen observar desechos que flotan en los polos
(digo “polos” sólo para poder entendernos y para
situar el lugar). También ven flotar pájaros y otros animales.
No obstante, todo el mundo sabe que, ni en el Polo
Norte ni en el Polo Sur, se ven volar pájaros ni insectos,
así como tampoco flotan hojas verdes. Entonces, ¿de
dónde vienen? Del interior de la Tierra, por supuesto.
Yo pienso esto: supóngase un vehículo con el cual se
puede viajar desde aquí (dondequiera que uno se encuentre,
en un determinado momento, es ese “aquí”) hasta el
Polo Norte. Usted sigue y sigue hasta alcanzar lo que
supone que es el polo, y después continúa y al cabo se
encuentra con un sol distinto sobre usted. Ese sol sería
algo atómico que no sólo aparecería, naturalmente, en el
centro de esta Tierra, sino también en muchos otros
mundos. Los astrónomos han observado que en la Luna,
por ejemplo, hay luces extrañas que a veces se ven cerca
de los polos. Quizás usted diga: “Sí, ¡vaya! Pero el hombre
ha estado en la Luna”. Claro que sí; pero ha estado en
un lugar muy reducido, un círculo de ocho kilómetros de
radio más o menos. No; no ha explorado la Luna, como
tampoco ha explorado la Tierra. Mucho es lo que todavía
resta por explorar en esta Tierra.
Si tiene usted interés y va a cualquier biblioteca pública,
estoy seguro de que encontrará muchos libros acerca
del interior de la Tierra, así como relatos de personas que
se han perdido y después han entrado con sus navíos en
un mundo extraño hasta’ encontrarse, precisamente, dentro
del mundo interno. Pero, mejor aún que ir a una biblioteca,
compre usted algunos libros en una buena librería.
Algunas personas me han pedido que explique cómo es
ese mundo, cómo es posible que exista un mundo hueco.
La mejor manera que tengo de explicarlo es ésta:
Imagínese un coco, cuya parte de afuera sería el exterior
de la Tierra. Y recuerde esto: si sus manos están
calientes, la humedad que deposita en la parte externa del
coco, con sólo tocarlo, será igual a la profundidad de las
mayores simas oceánicas de la Tierra. Conviene tener presente
esta idea.
Pues bien, ya tiene usted el coco y está observando su
parte externa. Ese coco representa nuestra Tierra convencional.
Haga ahora un agujero en la parte que llamamos
“ojos” y otro en la opuesta; digamos que éstos representan
el Polo Norte y el Polo Sur. Haga los agujeros de un
diámetro aproximado a una pulgada y saque toda la leche.
Ya tiene usted la capa exterior, dura, que es la corteza de
la Tierra y, por dentro, tiene la pulpa blanca, que representa
la superficie del mundo interno. Exactamente en el
centro del coco debe fijar, de algún modo, una lamparilla
eléctrica que represente el sol interior que nunca se pone.
Ahora bien, la capa dura que constituye la corteza y la
parte interna, más blanda, por donde caminan los habitantes
del interior, constituyen, también, la fuente de gravedad
que permite que tanto la gente de la superficie externa
como la de la interna se mantenga de pie. No existe
prueba alguna de que la parte interna de la Tierra esté
formada de gas, de hierro derretido, de rocas ígneas ni de
nada en estado de fundición. Todo eso ha sido sólo una
suposición de los “científicos” que, además, han hecho
muchas otras conjeturas erróneas, como cuando decían
que si el hombre viajaba a más de cincuenta kilómetros
por hora sus pulmones podrían estallar a causa de la presión
del aire, o como cuando afirmaban que era imposible
que ninguna cosmonave pudiese aterrizar en la Luna porque
se hundiría en el polvo impalpable que la cubre. De
ningún modo; los científicos son meros adivinos con preparación
universitaria. Y, a menudo, son peores adivinos
que los que carecen de esa preparación, pues se les enseña
que si tal o cual persona dice que algo es imposible, no
cabe duda, entonces, de que es imposible; y así, en vez de
enseñarles a pensar, sólo les inculcan la idea de que el
autor fulano de tal es infalible, porque si para él algo es
imposible es porque en realidad lo es.
Yo pienso que los habitantes del interior de la Tierra
son seres sumamente evolucionados, vestigios de Lemuria,
Mu, la Atlántida y muchas civilizaciones aún más antiguas.
La Tierra ha sido arrasada por cataclismos, tempestades,
meteoros y una serie de cosas que, con frecuencia, han
diezmado a los habitantes de la superficie, en tanto que,
en lo interno, la vida sigue discurriendo serenamente, sin
que la perturben las cosas que ocurren afuera, con lo cual
los conocimientos científicos y los que conciernen al espíritu
han podido progresar.
Quizá no esté usted enterado de que los chilenos, que
tienen gran interés por el Polo Sur, han fotografiado ovnis
en el momento de levantar vuelo en esas regiones. Se trata
de tomas sumamente interesantes, efectuadas por una comisión
de geofísicos de ese país. Por desgracia, debido a la
gran presión que se ejerció, esas fotografías fueron enviadas
a las autoridades norteamericanas… y eso fue lo último
que se supo de ellas.
Los ovnis son de distintas clases, pero una de ellas
proviene del interior de la Tierra y, si en la actualidad se
ven muchos, es porque los habitantes de adentro se sienten
muy preocupados por las explosiones atómicas que se
llevan a cabo en la superficie. Porque, al fin y al cabo, de
haber alguna explosión bastante grande, quizá la corteza
terrestre se resquebrajase todavía más de lo que está y el
planeta entero desaparecería. Esa es la razón por la cual
los habitantes de adentro se hallan tan preocupados y tratan
de controlar las investigaciones atómicas que se realizan
en el mundo.
¿Ha estudiado usted, realmente, los viajes de los exploradores
que dicen haber estado en el Polo Norte y en el
Polo Sur? Ocurre que, sin excepción, manifiestan haber
observado que la temperatura aumentaba a medida que
avanzaban hacia el Norte, que hallaron más mares abiertos
de los que suponían y que notaron muchas cosas que estaban
en total desacuerdo con las teorías referentes al Polo
Norte y al Polo Sur, que dicen que, cuanto más cerca se está
de éstos, más frío se va poniendo todo. Sucede que los
polos no existen en realidad, salvo como representación
imaginaria de algo que está en el espacio, o tal vez en el
centro de la abertura que conduce al interior de la Tierra.
Bien pudiera ser que la aurora boreal la causaran los
reflejos del sol interior cuando las condiciones son apropiadas,
o fueran radiaciones, incluso, de la vida del núcleo
del mundo interno.
No obstante, es seguro que alguien dirá que todo esto
es imposible, que no hay, por supuesto, ningún agujero
que lleve al interior de la Tierra, que la idea es absurda,
ridícula. E, inclusive que, de existir un agujero tan enorme
en el Polo Norte y otro en el Polo Sur, es evidente que los
aviadores los habrían visto, que también los habrían advertido
los astronautas y que, en realidad, quienquiera que
los hubiese notado habría podido ver la luz del día a
través de la Tierra como quien mira a través de un huevo
vacío.
Sabido es que esta opinión es totalmente errónea y
sólo demuestra que quien la sostiene no está al corriente
de las cosas. ¿Cuántos de ustedes han estado en el Polo
Norte? ¿Cuántos en el Polo Sur? ¿Cuañtos conocen las
características climáticas de esas regiones? ¿Qué saben
acerca de las capas de nubes, por ejemplo? ¿Qué de las
condiciones de visibilidad? No, mi criticón lector; no me
estoy volviendo loco. .. Quien se está enloqueciendo es usted,
si piensa que todo esto es imposible; porque sí supone tal
cosa, no sólo se está trastornando, sino que ya está directamente
en camino del hospicio, lo cual es muchísimo peor.
Piense que, en áreas densamente pobladas, hay grandes
cavernas que han permanecido ocultas durante cientos o
miles de años. Fíjese en la cueva donde se hallaron los
rollos del Mar Muerto, cuyo descubrimiento fue totalmente
casual.
Repare ahora en lo que ocurre en Canadá, donde grandes
zonas de Quebec todavía no han sido exploradas. Suponiendo
que se volase en avión sobre algunas de esas
regiones, que suelen estar cubiertas de hielo la mayor parte
del año, las fotografías que se tomarán mostrarían reflejos
como si fuesen causados precisamente por la nieve y
el hielo. Pero también podrían mostrar manchas oscuras, como
podrían mostrar precisamente manchas oscuras de nieve
y hielo. La nieve puede ser de distintos colores, se sabe, pues
no siempre es blanca y brillante como la que se pone en los
árboles de Navidad. En ciertas regiones hay, inclusive, nieve
roja; lo sé porque la he visto. Lo que importa es que
las fotografías que se tomaran en los puntos aproximados
donde se encuentran el Polo Norte o el Polo Sur podrían
poner de manifiesto extrañas sombras; pero, si la gente no
tuviera razón alguna para investigar tales manchas, entonces
no iría allí para indagar, ¿no es verdad? Por lo demás,
cuesta mucho dinero organizar una expedición al Polo
Norte imaginario o al igualmente imaginario Polo Sur.
Demanda mucho dinero, exige que los hombres sean de una
calidad especial y requiere grandes pertrechos de reserva y
una enorme cuenta bancaria para pagar los seguros.
Mas, volviendo al Canadá, muchísimas regiones de los
territorios del norte no han sido exploradas. Hay áreas,
inclusive, que jamás han sido vistas por los seres humanos.
¿Podemos saber, entonces, si hay o no agujeros en esos
territorios cuando nadie ha estado allí? Es tonto decir
que esas cosas son imposibles cuando no se conocen las
circunstancias, cuando no se es entendido en fotografía,
cuando no se sabe de geología.
Piénsese en los astronautas, cosmonautas o como quiera
que se les llame: pues bien, cuando levantan vuelo y
están más o menos cerca de la Tierra, por cierto tienen
que hacer algo más que buscar el agujero donde podrían
estar el Polo Norte o el Polo Sur, además de que, en
las regiones polares, la visual suele ser espantosamente mala
por las nieblas, las tormentas de nieve, los confusos
reflejos de ésta, el hielo y el agua. Vale la pena destacar
también que, cuando los astronautas se hallan en órbita,
tienen tareas específicas que realizar: echarles un vistazo a
los rusos y fisgar con más detenimiento aún a los chinos.
¿Háy manchas delatoras que indiquen que se han construido
silos que pueden ser el punto de partida de misiles
balísticos intercontinentales? Y, en caso afirmativo, ¿en
qué dirección están inclinados esos silos? Conociendo tales
cosas, los norteamericanos pueden determinar si los
señores de la guerra de Pekín tienen cohetes apuntados
hacia Nueva York, Los Angeles o cualquier otro lugar.
Con sólo tener en cuenta el grado de inclinación y la
rotación de la Tierra, pueden prever, con un margen de
pocos kilómetros, la zona de blanco de los proyectiles.
Los norteamericanos están mucho más interesados en averiguar
qué hacen los rusos, los polacos, los chinos y los
checos, que en ponerse a buscar nada que se parezca a un
agujero en la Tierra. A algunos norteamericanos, por ejemplo,
más les interesaría encontrar un agujero en la cabeza
que en la Tierra…
De modo que ya ve usted que, como no medien condiciones
y circunstancias muy especiales, esas particulares
aberturas de la Tierra no habrán de ser fotografiadas; y, en
cuanto a pensar que se pueda mirar por un extremo y ver
por el otro lado como si se tratara de un túnel ferroviario
recto, ¡vaya! , ésa es una idea peregrina. No es posible
hacer semejante cosa. Supóngase un túnel perfectamente
recto. Mira usted desde uno de los extremos y, si presta
mucha, muchísima atención, tal vez vea un pequeño puntito
de luz en el otro, aun cuando ese túnel no tenga
siquiera un kilómetro de largo. Ahora bien, mirar a través
de la Tierra por un agujero supondría mirar a través de
algo que tiene alrededor de doce mil kilómetros de largo.
Es decir que el túnel a través del cual miraría usted (o sea a
través de la Tierra) sería tan extenso que no podría ver la
menor luz en el extremo opuesto. Y no solamente eso
sino que, aun cuando usted tuviese tan buena vista que
pudiera ver a todo lo largo del túnel y distinguir un pequeño
agujero, sólo vería oscuridad porque, a menos que el
sol estuviese en el punto opuesto al que está usted, no
habría ningún reflejo luminoso.
Si lo que pretende es negar la posibilidad de que la
Tierra sea hueca, comete usted exactamente el mismo
error que los que piensan que es plana. Dicho sea de paso,
me asombra la manera como la “Sociedad de la Tierra
Plana” de Londres, Inglaterra, interpreta en la actualidad
las fotografías de los astronautas. Por lo que sé, en ese
país existe todavía una sociedad que jura y perjura por
todas las tiras cómicas del mundo (deben de ser tiras) que
la Tierra es plana y que todas esas fotografías han sido
fraguadas. Algo he leído acerca de eso y me he reído de
buena gana, aun cuando no puedo acordarme dónde apareció
el artículo. Por eso, si no está usted seguro, ¿por qué
no adopta una actitud más receptiva para no estar desprevenido
cuando se disponga de pruebas?
Pero hay otra cosa, además, que debe usted tener en
cuenta, y es que todos los gobiernos del mundo -o, mejor
dicho, los gobiernos de las superpotencias- están matándose,
casi, por ocultar todo cuanto atañe a los ovnis.
¿Por qué? Millones de personas los han visto. Ayer mismo
leí un artículo en el cual se dice que, según las estadísticas,
quince millones de norteamericanos han visto ovnis.
De modo que, si en un solo país hay quince millones que
los han visto, es porque, sin duda, algo debe de haber al
respecto. La Argentina, Chile y otros países con sentido
común admiten la existencia de los ovnis. No saben exactamente
qué son ni por qué están, pero reconocen que los
hay, y eso ya es bastante.
Los gobiernos callan y mantienen en secreto la verdad
acerca de ellos porque, suponiendo que las autoridades
norteamericanas, por ejemplo, tuvieran fotos de ovnis en
el momento de aterrizar o de levantar vuelo, y dispusieran
de pruebas concluyentes de que la Tierra es hueca y que
dentro de ella hay una gran civilización, procurarían ocultar
que conocen la verdad, pues podría cundir el pánico
entre la gente, producirse saqueos y suicidios y todas las
cosas descabelladas en que caen las personas cuando las
arrastra el pánico. No tenemos más que recordar lo que
ocurrió hace unos arios con motivo de una trasmisión televisiva
realizada por Orson Wells acerca de una invasión de
marcianos, cuando cundió un pánico casi total entre los
norteamericanos, a pesar de que los locutores repetían que
sólo se trataba de una representación.
En consecuencia, los gobiernos ocultan la verdad porque
temen que haya pánico. No obstante, es probable que
en un futuro no muy lejano tengan que admitir la verdad,
la verdad de que la Tierra es hueca y que en su interior
habita una raza inteligente, y que cierto tipo de ovnis
provienen de esa cavidad terrestre. Tenga usted presente
que hay más de una clase de ovnis: una de ellas proviene
del “espacio exterior” y la otra del “espacio interior”, o
sea de la parte interna de la Tierra.
Con todo, vamos a suponer que usted dijera: “Insisto
en que este tipo está loco, pues dentro de la Tierra no
puede haber lugar para una civilización”. Pues bien, señor
o señora, eso implica que usted ha perdido el tiempo en la
escuela. Repasemos, pues, algunas cifras. No voy a mencionar
cifras exactas porque no faltaría, por cierto, quien
dijese: ” ¡Oh, mírenlo! Ya sabíamos que era un farsante:
se ha equivocado en seis pulgadas en el diámetro de la
Tierra”. Porque, estimado lector, ¡vaya si hay gente que
me escribe tales cosas y se cree muy inteligente! Veamos,
entonces, algunas cifras aproximadas.
El diámetro de la Tierra es de unos 12.755 kilómetros.
Supongamos ahora (dijimos que íbamos a dar cifras,
¿no es cierto?), que el espesor de la corteza terrestre del lado
que estamos nosotros y el espesor del “suelo” de la parte
interior de la Tierra sumasen 1.287 kilómetros.
Pues bien, si sumamos 1.287 más 1.287, tenemos 2.574 kilómetros;
y si restamos esta cantidad de los 12.755 kilómetros, nos
quedan 10.181 kilómetros. Podemos decir, pues, que éste es,
de manera muy aproximada, el diámetro del mundo que está
dentro del nuestro.
Esto significa que el mundo interno es (aproximadamente,
también) 2,9 veces mayor que la Luna, de modo
que, si la pudiéramos meter en la Tierra, la pobrecita saltaría
de un lado a otro como la bolita de un pito de referee.
Porque el diámetro de la Luna, recuerde, es de 3.475 kilómetros, aproximadamente, y el de la parte interna de la Tierra, según hemos
convenido, de 10.181. Ahora haga usted algunos cálculos, para variar. Tengo razón, ¿no es cierto?
Otro punto interesante es éste: sólo la octava parte de
la superficie del globo es tierra; los siete octavos restantes
están constituidos por agua -mares, océanos, lagos, etcétera-.
De manera que bien pudiera ser que hubiese más
Tierra dentro del globo que afuera; y, en tal caso, podría
haber más gente. O, quizá, si acostumbran tomar “la píldora”,
se hayan multiplicado en calidad más que en cantidad.
Eso es lo que yo pienso, como usted sabe; lo vengo
pensando desde hace años y lo he analizado con suma
minuciosidad. He leído todo lo que pude acerca del tema, y
si usted hace lo mismo podrá arribar, sin duda alguna, a la
misma conclusión que he llegado yo, a saber: que hay
otro mundo dentro del nuestro, que es 2,9 veces mayor
que la Luna y está poblado por una raza muy inteligente.
Y otra cosa interesante: fíjese en todos los exploradores
que han “estado en el polo”. Ninguno de ellos
ha probado jamás haber estado en tal sitio. Piense en el
almirante Peary, en Wilkinson, en Amundsen, Shackleton,
Scott, etcétera. Ninguno de estos hombres que teóricamente
llegaron allí por agua o a pie, o que arribaron al
lugar por aire, ninguno de ellos demostró jamás, de modo
inequívoco, haber alcanzado el polo mismo. Yo pienso
que no pudieron porque el “polo” es una remota región
que se halla en algún punto del espacio por encima de la
superficie y cuya ubicación, según se ha demostrado, varía
mucho.