4 de noviembre de 2011

La magia de los perfumes.

Existe una magia odorífica maravillosa en los perfumes y esencias de algunas flores, plantas y hierbas. Muchos expertos afirman que estos perfumes o esencias, utilizados con eficacia y precisión y conjugados con los astros, surten efectos palpables en el psiquismo del ser humano. Así se comprende que los astrólogos de la antigüedad atribuyesen un perfume particular para cada una de las constelaciones.

Los perfumes, nacen mas o menos con el hombre, o más exactamente, con la mujer. Los persas, los egipcios y los fenicios hacían un uso extremado de los perfumes. Estos últimos fueron quiénes transmitieron a los griegos la moda de las esencias odoríficas.
Homero conocía el arte de perfumarse y dominaba la técnica de la destilación de las rosas. Según Plinio, los antiguos pueblos del Egeo sabían mezclar sustancias diversas para obtener una esencia única. Es curioso resaltar que existen perfumes que atraen o alejan, que exitan o deprimen, que estimulan ciertas fuerzas latentes en el organismo, mientras que otros las apagan, etc.
En análisis de laboratorio se observó que una materia odorífica depositada en un cacillo que contenía un poco de agua, alejaba a ésta para mantener alrededor suyo un espacio libre. De esta manera se comprobó que las sustancias odoríficas están dotadas de un dinamismo “irradiante” capaz de resistir a la presión del agua. Otro investigador descubrió que la producción de los olores resulta de combinar ciertas moléculas con otras que le sirven de vehículo en el medio atmosférico.
Sabemos que las moléculas odoríficas se adieren a la mucosa olfativa; desde la periferia extrema del sistema nervioso, ejercen un estímulo en los centros nerviosos; resulta una combinación química que hace que idéntico perfume sea percibido de distinta forma por una y otra persona. Así se conoce que perfumes que unos consideran agradables, son tremendamente desagradables para otras personas.
Existe un hecho mágico y extraño a la vez: nos referimos al olor de perfumes que ciertos místicos han exaltado en algunos momentos de su vida durante la práctica de la meditación, estando en profunda concentración y habiendo en muchos casos llegado al “shamadí”, al que se refieren los orientales o al éxtasis de los santos y en la mayoría de los casos, en los últimos momentos de su vida.
Cuando expiraba Santa Teresa de Jesús, la gran mística de Avila, fue llamado un jardinero a su lecho, el cual identificó los perfumes que emanaban de su cuerpo como violeta, jazmín e íride. Es de ahí de donde viene la frase de que estos seres que desarrollaron la mística espléndidamente murieron “en olor de santidad”. Hay plantas cuyas flores solo se abren con los primeros rayos del sol e inmediatamente después se cierran. Existen otras plantas que exhalan su perfume en la noche; una de estas es la llamada “galán de noche”. Una tarde,(ya estaba anocheciendo), me regalaron un gran ramo de esta planta que se encuentra en grandes cantidades en Levante, cuando abandonábamos a unos amigos y nos disponíamos a regresar a casa en coche. Al cabo de un tiempo, algunas de las personas que íbamos en el coche nos mareamos y dándonos cuenta de que ese mareo era producido por el fortísimo olor de ese ramo de flores, optamos con pena por deshacernos de aquel “galán de la noche” que nos obsequiaba con su maravilloso perfume, pero que resultaba mareante en espacio reducido.

Cuando el perfume de cierta planta es desagradable, la respiración se vuelve más lenta, hasta el punto de proporcionar sensación de ahogo. Sin embargo, la circulación de la sangre actúa de forma opuesta: las pulsaciones se vuelven más rápidas y la tensión arterial se altera al rechazar el organismo ese perfume.
La glándula pituitaria ejerce un papel muy importante en las reacciones olfativas. Es esta glándula, dice un importante estudioso de temas esotéricos, la que determina la acción de un perfume sobre los órganos sexuales. En los animales en general, el olfato es un sentido tremendamente desarrollado: en la época del celo, las hembras exhalan un olor particular, que es captado a distancia por los machos.

OSMOTERAPIA.
No podemos pasar por alto en este artículo a la Ciencia de la Osmoterapia o curación mediante la inhalación de los perfumes, ya sean quemados entre brazas o carbones vegetales, ya en su forma natural, o bien extendido entre las ropas o el cuerpo.
No olvidemos jamás al Alma o Elemental de toda planta que es en todo momento quien regala virtud o poder curativo a su cuerpo físico, que es a quien percibimos en la radiante Naturaleza. El creador, con su sabiduría, ha puesto los medios para la curación de la humanidad, en los perfumes magníficos de ciertas plantas y flores que la Madre Natura nos regala. Los verdaderos especialistas a artífices de la Osmoterapia son los Lamas del Tíbet. El Venerable Maestro Samael Aun Weor nos recita de un devocionario lamáico mencionado por el Dr. Krum Heller: “Flores sublimes, escogidos rosarios de florecillas, música y ungüentos de deliciosa fragancia, luces esplendentes y los mejores perfumes traigo a los victoriosos (los Budas); magníficas túnicas y extrafinos perfumes, saquitos llenos de pebetes partidos, iguales en número a las montañas del “Mirú” y todas las más lindas creaciones, traigo a los victoriosos”.
En el Convento Lama de las Cien Mil Imágenes de “Maitreia” nunca faltan los perfumes. El Dr. Rudolf Steiner afirma que el empleo de los perfumes para la curación de las enfermedades tenía un pasado remotísimo y un espléndido porvenir. Leadbeater dice que nuestros pecados y culpas repercuten en el cuerpo astral y que pueden ser eliminados por la acción de ciertos perfumes. Cada vicio tiene sus larvas que se adhieren al Cuerpo Astral y solo desintegrando esas larvas por medio de ciertos perfumes se logra la curación total de esos vicios. En Pekín, en el Tibet y en el claustro mongólico Erdoni “Dsu” existen estatuas de Buda hechas con madera olorosa de sándalo. Estas estatuas permanecen envueltas con hierbas aromáticas y son utilizadas para curar a distancia. Estas estatua se llaman “Dseho” (escrito “je”) por abreviatura de “Jebe”, es decir, del Señor o Maestro. “Ischirma Purma” es el nombre de ciertas bolas de paño , llenas de hierbas aromáticas que tibetanos y mongoles cuelgan de los techos de sus templos con fines curativos. Krum Heller nos habla en uno de sus libros del Lama Rintschen, que practicaba en Berlín. Trajo sus esencias del Tibet y jamás compró una droga siquiera. Su misión era velar por la salud de los mongoles domiciliados. Los severos estudios de Medicina Himaláyica y Trans-Himaláyica, incluyen la Elemento Terapia, la Osmoterapia, la anatomía de los 7 cuerpos y la Astrología y Química ocultas. Para curar al enfermo se le debe rodear de intensos perfumes. el incienso es el principal vehículo para las ondas curativas de la mente del médico mago, en combinación con los elementales vegetales. Al incienso se le pueden añadir algunas plantas aromáticas como: flores de Chipre, Nardo, Azafrán, Ambar, Cálamo, Acíbar y polvo de especias.
La Medicina “Lamáica” divide las esencias odoríferas en 6 grupos: repugnantes, penetrantes, picantes, aromáticas, rancias y azumagadas. Las velas perfumadas son también de gran ayuda, pues el fuego de las velas actúa sobre el subconsciente del enfermo en forma eficaz. En todo santuario de curación debe haber 12 bolas de paño con hierbas aromáticas colgadas del techo. Cada bola contendrá las hierbas correspondientes a un signo zodiacal. Las 12 bolas contendrán las hierbas de los 12 signos zodiacales. Al inhalar el enfermo el perfume curativo de un signo zodiacal, sentirá que comienza su mejoría.

LOS PERFUMES ZODIACALES.
ARIES: Mirra.
TAURO: Perfume parecido al del costo, hierba aromática.
GEMINIS: Almáciga.
CANCER: Alcanfor.
LEO: Incienso.
VIRGO: Sándalo blanco.
LIBRA: Gálbano.
ESCORPIO: Coral.
SAGITARIO: Aloe.
CAPRICORNIO: Extracto de pino.
ACUARIO: Nardo.
PISCIS: Tomillo.

Todo organismo del enfermo, reacciona vigorosamente bajo la acción de su propio perfume zodiacal. En las cortes de Europa, siempre había astrólogos, magos y perfumistas. Luis XV exigía que su cuarto fuese perfumado diariamente con una esencia diferente. Catalina de Médicis, esposa de Enrique II de Francia, se valía de ciertas esencias venenosas para ahuyentar a un adorador que no aceptaba.